El entusiasmo de Picasso por El Greco nació en el mismo lugar donde ambos compartirán espacio durante al menos cinco años. El pintor malagueño acudía al Museo del Prado, durante su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para nutrirse de las técnicas de los grandes pintores del pasado. «Greco. Velázquez, inspiradme», escribió el artista en una hoja de dibujos realizados en Horta de Sant Joan en 1898. Ahora, más de un siglo después, su obra Busto de mujer, de 1943, se expone junto a El bufón Calabacillas de Velázquez en la sala de los retratos de Doménikos Theotokópoulos.
La generosidad de la familia Arango Montull ha hecho posible que la pintura viaje desde una colección privada estadounidense hasta su país natal. Busto de mujer, perteneciente a la Aramont Art Collection ha sido donada a American Friends of the Prado Museum y, desde ahí, ha viajado a Madrid, donde esta mañana ha debutado en El Prado. «Nos alegra a todos los que amamos la obra de Picasso, los museos y la Cultura», ha declarado el presidente del Real Patronato, Javier Solana.
La sala 9B del museo acogerá este retrato, que muestra tanto la pasión de Picasso por la tradición pictórica española como su antibelicismo a través de una forma femenina con rasgos deformados. El sesgo cubista animaliza el rostro de la protagonista y, a la vez, le da una potencia emocional nueva. «Esto ya lo había hecho en otras obras anteriores, de hecho los bustos de mujeres los prodiga en esta época», ha dicho Javier Barón, Jefe de Conservación de pintura del Siglo XIX.
Picasso hizo Busto de mujer en sólo un día de octubre de 1943, en la Rue des Grandes Agustines de París, tras la ocupación alemana. En ese momento, «el autor no tiene una relación tan estrecha con el medio artístico como había tenido en otros periodos. Se muestra más ensimismado en lo que hace, con una manifestación hacia una intensidad expresiva muy marcada«, ha explicado el jefe de conservación. Los guiños, por eso, se dirigen hacia los retratos del Siglo de Oro.
El reconocimiento y las referencias a las prácticas de otros tiempos han llevado a Picasso a compartir espacio con sus grandes mentores artísticos. «Le dedicó a Velázquez más de 40 obras plasmadas con el motivo de las Meninas, es algo que nadie había hecho antes», ha afirmado Barón. Y añade: «La obsesión por El Greco lo fascinó hasta el final de sus días». El malagueño consideraba a ambos autores como padres de las técnicas que él mismo propulsó: el primero le animó en los inicios del camino cubista y el segundo lo acompañó hasta la muerte.
Busto de mujer será la primera de Picasso que se expondrá durante un largo periodo de tiempo en el museo. Una herida a medio cicatrizar, que dejó El Guernica al marcharse al Reina Sofía desde el Casón del Buen Retiro, pese a que el Prado aún reclama la filiación de Picasso con su colección.
De momento, la obra es un deposito con fecha de caducidad de cinco años, que espera convertirse en una donación permanente. «Se trata de una obra de mucho interés para iluminar la pintura del pasado a la luz de una nueva interpretación. De algún modo nos permite calibrar mejor este arte», ha asegurado el conservador. Velázquez, El Greco y Picasso se reúnen junto a la Galería Centrar del Museo del Prado para demostrar que el arte es una conjugación de inspiraciones, desde el ayer hasta el presente más reciente
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