Nuestro cerebro nos engaña constantemente. Vemos formas que no existen, objetos que se mueven que en realidad están quietos, cosas que están más cerca de lo que en realidad están. Las ilusiones ópticas nos hacen a menudo dudar de nuestros sentidos y nos despiertan, como mínimo, la curiosidad.
De todas esas imágenes, experiencias y trucos que nos hacen poner en duda lo que vemos está lleno el Museo de las Ilusiones, que es en realidad todo lo contrario a lo que nos imaginamos al pensar en un museo, pues su recorrido invita desde el principio a tocar, experimentar, jugar y pensar en un espacio en el que ponemos a prueba a nuestro cerebro constantemente.
La cámara, nuestra mejor aliada en el museo
Una de las cosas que tenemos que tener en cuenta si visitamos el Museo de las Ilusiones es que no es que podamos hacer fotografías, es que tenemos que hacerlas, ya que hay algunas ilusiones que se basan precisamente en lo que vemos a través del objetivo.
El cuarto de Ames es un buen ejemplo de esto. A simple vista es un cuarto normal, pero si os colocáis cada uno en una esquina veréis a través de la cámara como uno es un gigante y el otro parece enano.
Lo mismo ocurre con la silla de Beuchet, otra de las ilusiones que solo se aprecian en una fotografía. Si uno se sienta y el otro se aleja, en la fotografía parecerá que uno de vosotros es mucho más pequeño.
Cuerpo y mente
En este museo, nuestra mente está continuamente a prueba. Aquí no vale con acercarse a mirar los cuadros, hay que pensar y concentrarse en muchas ocasiones.
¿Has probado a leer en voz alta algo diferente a lo que estás viendo? Puede resultar realmente complicado. Igual que seguramente se te hará raro mirarte en el espejo real, en el que la imagen que ves refleja cómo realmente te ven los demás porque el lado derecho y el izquierdo no están invertidos.
Pero no solo tu mente trabaja en este recorrido de ilusiones ópticas. En algunas, también tienes que poner a prueba tu cuerpo. Por ejemplo, en el túnel del vórtice tienes que tratar de pasar de un extremo a otro sin agarrarte. Sabrás que no te estás moviendo, pero tendrás una sensación totalmente opuesta.
El cuarto antigravedad también es toda una experiencia sensorial, donde tu cuerpo y tu mente discutirán sobre si estás en una superficie plana o inclinada.
Hologramas e ilusiones fotográficas
Para relajarnos un poco y disfrutar de los efectos ópticos de algunas imágenes, el museo tiene una parte dedicada a los hologramas y varios tipos de ilusiones ópticas. Caras huecas que se convierten en ojos que te siguen por la sala, imágenes planas que parecen tener tres dimensiones y hologramas que parecen tener vida propia.
«Estas ilusiones visuales son simplemente un recuerdo de que nuestros sentidos son imperfectos y nuestra percepción del mundo es a menudo distorsionada», afirma el museo.
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