La exposición de Picasso-Chanel que abre sus puertas el 11 de octubre en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se puede calificar de muchas maneras; bella, excepcional y sorprendente serían algunos de los adjetivos que se le pueden colocar. Es las tres cosas, y mucho más: por primera vez, las obras de Pablo Picasso y Gabrielle Chanel dialogan de una manera íntima, dejando ver cómo la amistad que los unió (Chanel empezó a frecuentar al matrimonio Picasso cuando el pintor participó en los Ballets Rusos de Diághilev) influyó en sus creaciones. Las mismas que marcaron la historia de la moda y el arte y que, por fin, comparten salas cargadas de sentido y sensibilidad. De novedad, también.
«Chanel y Picasso tenían en común la capacidad de destruir para construir nuevos cánones», afirma con seguridad la directora de patrimonio de Chanel. «Ambos hicieron estéticas que han resonado en la sociedad». No solo porque «su potencia creadora» fuese de las que pasan una vez cada cientos de años, como los cometas con nombre propio, sino porque sus creaciones han conseguido calar y hasta cambiar rumbos visuales. A ver, ¿qué sería del cubismo sin Picasso? ¿Y de las líneas rectas y los años 20, de la ausencia del corsé, por mencionar solo algunas cosas, sin Chanel? Imposible entender esos fenómenos sin los creativos.
«Esta exposición es algo imprescindible y necesaria en nuestro mundo, sobre todo cuando vivimos tiempos tan difíciles, tanto en Europa como a nivel mundial», ha comentado Bernard Ruiz Picasso, nieto del pintor, en su intervención. «Es nuestra responsabilidad mostrar las diversidades y en qué consiste el arte del siglo XX. Una exposición de esta calidad y este nivel es algo extraordinario de lo que podemos aprender mucho y podemos hablar sobre ello: el arte nos permite dialogar, intercambiar ideas y evolucionar».
Precisamente ese debate también ha tomado parte de la ronda de preguntas que rodeaban la temática de la exposición: no es la primera vez, ni será la última, que la figura de Pablo Picasso, como persona, se pone en entredicho en relación a la masculinidad tóxica. Sin embargo, para los organizadores, no hay mejor contexto que este para «desactivar las sospechas o acusaciones» sobre ese tema en concreto. «Muestra la influencia que ejerció Picasso en la creación de moda de Chanel, pero también cómo, a partir de cierto punto, sobre todo tras el capítulo de Olga [Picasso], el sentido de la influencia cambia: es Picasso quien está envuelto en la atmósfera de Chanel, porque cada vez que mira y pinta a Olga, está enfrentándose a las líneas rectas de Chanel, recreando lo que ella creó», explican. Una reflexión y un debate que no hacen sino añadir una pizca de pimienta a una muestra interesante per se.
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