Es una de las obras más bellas de Rafael Sanzio (Urbino, 1483-Roma, 1520), de quien se conmemora este año el 500 aniversario de su muerte, y una de las más celebradas por sus contemporáneos. Acaba de ser restaurado, desvelando algunos secretos del genio del Renacimiento, el fresco «Sibilas y ángeles» –las sibilas eran mujeres sabias a las que en la Antigüedad se atribuía un espíritu profético–. Concretamente, representan a cuatro sibilas –la Cumana, la Persa, la Frigia y la Tiburtina– que profetizaron la Resurrección de Cristo.
Rafael realizó este fresco entre los años 1512 y 1514 en la capilla dedicada a su amigo y gran mecenas Agostino Chigi, mecenas de Papas y el banquero más poderoso de Europa, en la iglesia de Santa María de la Paz, a dos pasos de la céntrica plaza Navona de Roma. Al restablecerse la belleza del fresco, «ha salido a la luz algo muy importante», dice a ABC el arquitecto, escritor y restaurador Antonio Forcellino: «En las pilastras o columnas de piedra que encuadran los frescos han aparecido parte de las decoraciones de oro y pinturas de figuras grotescas (un sátiro con una cesta en la cabeza), que luego fueron recubiertas con yeso al aparecer humedades, ahora raspado completamente».
El maestro Forcellino, considerado uno de los más grandes expertos del arte del Renacimiento y que ha restaurado obras maestras como el «Moisés» de Miguel Ángel y el Arco de Trajano, habla con especial emoción de sus descubrimientos en este fresco: «Podemos decir que éste es el último trabajo autógrafo de Rafael. Aquí ha comenzado a plasmar su labor como arquitecto. Ha mezclado la arquitectura real y la pintura. Las columnas con las figuras grotescas –descubiertas por él en la Domus Aurea– eran como la puerta de entrada a las sibilas. Rafael había concebido una escenografía que partía de las pilastras, compenetrando la arquitectura real y la arquitectura pintada, anticipando el Barroco. Desgraciadamente, esas pinturas de las columnas casi habían desaparecido en el siglo XVI por la humedad, ya que bajo la iglesia había un acuífero. Por eso se cubrieron con yeso».
Antonio Forcellino considera casi un milagro el que Rafael hubiera hecho el fresco de las Sibilas, porque estaba siempre comprometido con mil encargos de los Papas. Pero su amigo el mecenas Agostino Chigi consiguió que diera prioridad a su capilla en Santa María de la Paz. En estos frescos, Rafael supo incorporar, en cierta forma superando, algunas conquistas de los otros dos grandes genios del Renacimiento. «Son también un milagro estas pinturas porque entre 1513 y 1516 están presentes en Roma Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Una de las dotes extraordinarias de Rafael era el comprender cuáles eran las conquistas de sus competidores, en especial Miguel Ángel y Leonardo», afirma Forcellino, que ha escrito biografías sobre los tres artistas y es autor también de una trilogía de novelas históricas con el título «El siglo de los gigantes» sobre Leonardo, Miguel Ángel y Rafael.
El maestro de Urbino había quedado muy impresionado con las sibilas que Miguel Ángel pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina. Pero la versión de Rafael es completamente diversa. Antonio Forcellino explica una diferencia sustancial entre las pinturas de ambos artistas: «Las sibilas de Miguel Ángel asustan con su potencia muscular y su expresión de miedo, mientras que las de Rafael reflejan una dulzura al anunciar la Resurrección. Una sibila sentada de Rafael puede asustar por su aspecto antiguo, pero Rafael lo compensa con un maravilloso ángel, una imagen de dulzura infantil que aparece en toda su producción».
Como en toda gran restauración, «hay descubrimientos muy importantes que cambiarán la lectura de este fresco», según Antonio Forcellino, quien resalta un contraste con Leonardo apreciado en esta pintura. «Es asombrosa la transparencia del ángel en vuelo de Rafael, que recuerda la transparencia de la Santa Ana de Leonardo, que representó una novedad –explica Forcellino–. Pero Leonardo la hizo al óleo, mientras que Rafael lo realiza pintando directamente sobre el yeso, único caso que yo conozco sobre pintura mural en el que se consigue obtener una transparencia extraordinaria».
Antonio Forcellino nos explica otra notable aportación de su restauración. Por primera vez se pueden distinguir las partes de los frescos en las que trabajó Rafael directamente y dónde intervinieron los colaboradores de su taller. La diferencia está en las incisiones hechas en la pared. Son profundas y numerosas las de sus ayudantes, que trabajan sobre cartones hechos por el maestro. En cambio, la maestría de Rafael se aprecia en que pintaba directamente sin necesidad del cartón preparatorio.
La restauración de Forcellino, apoyado por un equipo de tres personas, ha sido realizada gracias a un acuerdo de la Superintendencia del Ministerio de Cultura y con el patrocinio de Lottomatica. Feliz por su aportación a la conmemoración de los 500 años de la muerte del artista de Urbino, Antonio Forcellino no duda en calificar a Rafael como «el más grande de los tres gigantes del Renacimiento», a los que ha dedicado muchos años de estudio. Forcellino considera que de estos frescos de las sibilas se extrae también un mensaje que caracteriza a este divino pintor: «Rafael era un intelectual que soñaba con un futuro mejor. Con su obra anticipa que ese sueño es posible».
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