La venta récord de unas zapatillas originales de Michael Jordan evidencia la profunda transformación que atraviesan estos días las casas de subastas, multiplicando por cinco las ganancias ‘online’ respecto al año anterior.
Ni un original de Francis Bacon. La subasta que ha protagonizado los últimos titulares de la prensa generalista nada ha tenido que ver con obras de arte o fastuosas alhajas de cifras mareantes. Unas simples zapatillas, que hace no tanto jamás hubieran entrado en el catálogo de una casa de subastas con la tradición de Sotheby’s, presumen ahora de ser las más caras jamás vendidas. En parte porque de simples, en realidad, tenían más bien poco. Las zapatillas del Air Jordan 1 autografiado por Michael Jordan es un modelo icónico que data de 1985. Aunque las estimaciones más optimistas apuntaban que el coste del par pudiera rondar los 135.000 euros, un coleccionista desembolsó 517.000 por hacerse con él. Enmarcada en plena fiebre por la dinastía noventera de los Chicago Bulls gracias a la serie documental El último baile (Netflix), esta venta sobrepasa la anécdota para delatar la revolución digital, azuzada por la crisis sanitaria, que está cambiando para siempre el mundo de las subastas en forma y contenido.
“Lo que ha provocado la covid-19 es lo que antes hubiera tardado cinco u ocho años en suceder. En 2020 hemos tenido 69 subastas online que han vendido un total de 112 millones de euros aproximadamente, hasta cinco veces más que en el mismo periodo del año anterior”, sostiene al otro lado del teléfono Andrés White Correal, director internacional del departamento de joyería de Sotheby´s. El colombiano confirma a esta revista la absoluta consolidación de las subastas en línea durante las semanas de confinamiento global, eliminando cualquier suspicacia histórica sobre las ventajas de la modalidad presencial sobre la digital. El porcentaje de lotes vendidos se ha incrementado y se han batido todos los récords de recaudación online: el pasado 14 de mayo, por ejemplo, superaron los 12 millones de euros en una subasta de arte contemporáneo, doblando el anterior récord fijado apenas tres semanas antes. Por su parte Christie’s, también ha triplicado el número de subastas en línea durante los meses de abril y mayo para sobreponerse al parón provocado por la pandemia.
Pero la revolución no solo se restringe a que alguien pueda pujar desde la pantalla de su móvil por un objeto a la venta en Hong Kong: el público habitual también está mutando. La privacidad de lo digital, abrazada por un sector obligado a adaptarse a la ‘nueva normalidad’, ha permitido a los recién llegados no sentirse tan intimidados por los logos de estas casas centenarias. Quitándose, de paso, intermediarios de su camino y consiguiendo así precios más competitivos. “Uno de cada tres compradores es nuevo, es una cantidad enorme”, corrobora White Correal. El rejuvenecimiento del público es otra de las claves del crecimiento disparado del sector en lo que llevamos de año: uno de cada treslos compradores tiene menos de 40 años.
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